Una boda en un castillo siempre marca impronta, pero la elegancia y clase son dos características innatas en esta pareja y que estuvo presente en todos los detalles de su boda, desde sus estilismos, la ceremonia o la decoración.

La primavera también fue protagonista en esta boda de abril, una decoración floral exquisita con unos colores alegres a la vez que serenos (corales, melocotón y mint) extraídos de una imagen de un almendro en flor y que ilustró la invitación, e identidad, de esta boda.

Una boda donde se rayó la perfección aunque la lluvia de la noche impidió celebrar la ceremonia en el jardín y se tuvo que poner en marcha el plan B, pero para nada se aguó la fiesta, ¡ni muchísimo menos!.

La ceremonia comenzó con la entrada de la novia, bellísima, mientras sonaba en directo el tema principal de La Misión, Gabriel’s Oboe tal y como ella lo había imaginado desde niña. Y a partir de entonces las emociones hicieron acto de presencia, se nos erizó el vello y las lágrimas afloraron.

El cóctel se sirvió en el patio de armas mientras sonaba un grupo de jazz que versionaba éxitos del pop y rock y los invitados disfrutaban de los mil detalles y las sorpresas organizadas, entre ellas su peculiar libro de firmas, donde los invitados escribían sus mensajes en piezas de jenga. Y antes de marchar todos recogieron su kit postboda para aliviar posibles consecuencias de un día lleno de emociones, bailoteo y mucha fiesta.